Se dice, además, que la madre de Jesús murió de tristeza, ella anhelaba estar al lado de su hijo amado y unigénito en el cielo.
Narran los escritos antiguos que el incrédulo, Santo Tomás, fue el último de los once apóstoles en llegar, pero nuestra madre Santísima, ya había sido colocada en su tumba que de lejos emanaba olores y fragancias como de jardín celestial.
A la insistencia de Santo Tomás, el único de los Apóstoles, que no recibió la bendición de la Virgen, su tumba fue abierta, pero estaba vacía, mientras que el agradable aroma a las flores se dejaba sentir por los alrededores.
Fue así así que los apóstoles concluyeron que el cuerpo fue llevado al cielo, jamás ni nunca su hijo desatendería la súplica de estar a su lado por ser la bienaventurada, la excelsa y llena de gracia como el mismo Dios la llamó a través del Arcángel Gabriel en la Anunciación.
El Dalai Lama, que nada tiene que ver con el catolicismo, contó que extasiado, al subir su Alma al cielo pudo contemplar a la Santísima Virgen María, rodeada de Ángeles y flores y desde entonces él la llamó "La Reina de Las Flores" y concluyó con la siguiente cita:
No saben los católicos a quién tienen por madre y el poder que el mismo Dios le ha dado para seguir glorificándolo en el cielo, además de su autoridad y presencia y respeto que se le tiene en las jerarquías del mundo espiritual, porque es un ser de luz inigualable.