En este texto, escribo por Ana, por María, por Lucía, por las 71 mujeres que no están más en este mundo y que perecieron a manos del machismo patriarcal, a manos del poder, en la máxima expresión de violencia contra la mujer, el femicidio.
Justifican la violencia en frases de porque andaba de noche, porque andaba sola, porque andaba tomada, porque era infiel, cuando son niñas se amparan en “su mamá no la cuidó”.
Pero esa apatía y revictimización no baja los números, desde 2014 a 2020, ochenta niñas han sido asesinadas. En la gran mayoría de los casos, el agresor era conocido por su víctima y gozaba de la confianza de la familia.
195 mujeres han sido víctimas de femicidio en el período de 2018 a 2020. De acuerdo con Católicas por el Derecho a Decidir, organismo que documenta cada femicidio en Nicaragua, en el 2018 ocurrieron 61, en 2019 subió a 63 y el 2020 cerró con 71, estamos hablando del ascenso de la violencia en el país y del aumento de mujeres muertas a manos de sus parejas, exparejas, familiares o conocidos.
Un dato alarmante en estas cifras de mujeres asesinadas es que en el año 2020 solamente condenaron a 22 sujetos por el delito, 0 se suicidaron, el resto de femicidas están libres, prófugos, impunes o en procesos judiciales lentos.
Entiendo a las mujeres que dicen yo todo lo rompo, yo todo lo quemo, si un día algún fulano te apaga los ojos, cuando pienso en estas 71 mujeres asesinadas que dejaron a 88 infantes en la orfandad se me indigna hasta el alma y quiero acompañarlas a pedir justicia.
No hay justicia
Pero en Nicaragua pedir justicia, exigir que condenen al femicida es difícil, es tedioso, es caro. La impunidad es parte del pan de cada día y la salida de presos comunes pone en riesgo la vida de las mujeres.
La forma extrema de violencia contra la mujer nos dejó en 2020 a 71 mujeres tiradas en la vía pública, violadas, ahorcadas, en el fondo de un pozo, en el fondo de una letrina, en el cuarto de su vivienda o en cualquier lugar donde nadie escuchó los gritos de ayuda o si los escucharon se hicieron de oídos sordos ante el clamor de auxilio.
Como en el caso de Elizabeth Flores Rivera, una chavala de 20 años, asesinada en Jinotega, estaba embarazada, primero fue violada y aunque vecinos escucharon gritos diciendo "No me mates Wilmer, estoy embarazada" nadie se metió a ayudar.
Hoy a las mujeres nos quitan la calma, a cada minuto, en cada semana nos roban amigas, nos roban hermanas las desaparecen y no tenemos justicia, niñas, campesinas, profesionales, maestras, vecinas, no importa la edad, no importa a que se dedican terminan siendo asesinadas por el machismo y la ceguera del estado.
Me duelen 71 mujeres, me duelen 88 infantes en la orfandad, me duele la re victimización de estas hermanas a las que les arrebataron los sueños, la esperanza y la vida.
