“La ausencia de mi hijo es dolorosa, lloro a mi hijo porque no lo veré nunca”. Manifestó su padre en una misa celebrada el ocho de julio de este año en conmemoración a los caídos de ese trágico día.
Don César Ochoa Rosales, de oficio talabartero en la misa de las víctimas del 8 de julio en la parroquia San Antonio de Jinotepe, regaló pulseras de cuero azul y blanco con las iniciales de su hijo Alejandro, por su parte, la madre del joven, no podía controlar las lagrimas impulsadas por el vació que ha dejado en su vida y en su familia la muerte de Carlos Ochoa
El ocho de julio del 2018, fecha en que falleció Ochoa, fue un día donde el terror, el dolor, la sangre y la muerte invadió diferentes calles del departamento de Carazo.
Los ciudadanos, motivados por el deseo de ver una Nicaragua Libre, levantaron tranques como una forma de manifestar su inconformidad y descontento contra el gobierno de Nicaragua. Esos tranques fueron quitados por grupos armados afines al gobierno con saña y odio, sin importar que en ese acto perdieran la vida jóvenes como Ochoa, jóvenes llenos de vida, de esperanza, de sueños. Jóvenes cuyos recuerdos, valentía y amor por su patria trasciende su ausencia.