Nadie duda de que la movilidad en un futuro inmediato será eléctrica. Los drones, bicicletas, motocicletas y patinetes nacen ya bajo esta premisa. Siemens y Airbus prometen que en una década estará operativo su primer avión híbrido con capacidad para llevar pasajeros por Europa. La NASA ensaya el X-57, completamente eléctrico, y trabaja con Boeing en el desarrollo de aeronaves propulsadas con esta energía. Y los coches han emprendido un camino sin retorno hacia este modelo. La autonomía y la recarga siguen siendo barreras principales. En este contexto, el hidrógeno aspira a ser el combustible de los nuevos vehículos.
La clave del futuro energético es hallar un vector que se pueda acumular y sea capaz de producir energía. El hidrógeno se puede generar a partir del excedente de fuentes renovables, almacenar y ser utilizado, a través de pilas de combustible (dispositivos electroquímicos que convierten la energía química de reacción en energía eléctrica), para generar electricidad sin contaminar. “Las empresas energéticas tienen ya un pie en el hidrógeno como solución a la electrificación”, afirma Rafael Calvera, director general del grupo español denominado como el apellido de su responsable y que es líder en transporte y almacenamiento de gases comprimidos a alta presión.
La presencia de las principales compañías de energía y automoción del mundo (la holandesa Gasunie, Enagás, Repsol, Honda y Total entre otras) en un reciente encuentro sobre hidrógeno celebrado en Madrid avalan las palabras de Calvera.
La recarga de un coche eléctrico medio para recorrer algo más de 250 kilómetros puede tardar entre 12 o 14 horas con un enchufe doméstico y una hora en puntos especializados, que en la actualidad son escasos. En una reciente prueba realizada por EL PAÍS, un viaje de Madrid a Sevilla llevó 12 horas y media por la ausencia y deficiencias de los puntos de recarga.