Todos los días , Luis carga a su progenitora por más de dos kilómetros, tdo ese trayecto va encorvado, hasta llegar al mercado donde ella se quedará sentada en una silla de ruedas prestada. Él se ha convertido en sus piernas, qué impulsadas por el amor de hijo recorren sin pesar y sin queja la larga distancia.
Por su parte, por ironías de la vida Marilyn ofrece productos de higiene personal y medicamentos y para comprar las de ellas, ya que cada pastilla que necesita para su diabetes, enfermedad que causó que perdiera sus dos miembros inferiores cuestan 10 dólares. Aunque él no quisiera que su madre vendiera, la necesidad no deja otra opción.
“Ya lista para ir a buscar los frijolitos, porque si no se rebusca uno no come” afirma Marylin..
El joven menciona que Marylin lo es todo para él, pues desde pequeño él ha sabido reconocer la guerrera que tiene por madre.
“La verdad de las cosas fíjese que no es fácil para mi pero con la yuda de Dios hay la vamos llevando a ella de una forma a otra y solo echarle ganas porque es lo único que yo tengo a ella, lo que ella hizo por mi cuando estaba chiquito ahora lo hago yo por ella” dice Luis.
Después de 9 horas de trabajo, ya cuando el sol se ocultó, nuevamente pasa Luis por ella, para ponerla sobre sus hombros, sus pasos son los de ellas, pero ese camino mientras más cerca está del cuarto que alquilan en un barrio El Salvador y llaman por ahora hogar se vuelve más pesado, tal vez el tiempo y la costumbre hará que no se perciba así, pero sin duda alguna lo que carga Luis es amor.