Son dos de las estrofas, del canto titulado el “Zenzontle pregunta por Arlen”, del cantautor nicaragüense Carlos Mejía Godoy. Su prosa resalta el alma de una joven subversiva, con sueños e ideales que impulsaban su espíritu a brincar los muros opresivos, construidos con el cemento de la Dictadura. Un poderío, el cual trataba de aniquilar con su imponente milicia al nicaragüense, pero paradójicamente encendía la conciencia de la juventud con las llamas de la libertad. Parte de esa juventud, era la chinita Arlen Siu, de mirada dulce y rasgos apacibles contrastante con su osada y resuelta personalidad. Hoy se cumple el 44 aniversario de su paso a la inmortalidad. Se dice inmortalidad, porque a pesar de su ausencia física, su legado, su ejemplo trasciende lo tangible, porque desde la azul inmensidad continúa sembrando la semilla de la inspiración.
El primer llanto de Siu se escuchó El 15 de julio de 1955 en la ciudad de Jinotepe, Carazo Hija de madre nicaragüense y de padre de origen asiático. La joven se unió al grupo de sublevados sandinista a los 18 años, motivada por la desesperanza, el dolor profundamente arraigados en sus compatriotas. Sentimientos canalizados a través de su talento con la música y la destreza de su pluma, evidente en su poema María Rural.
Hoy quiero cantarte maría rural
Oh madre del campo
Madre sin igual
Hoy quiero cantar
Tus vástagos pobres
Tu despojos triste
Dolor maternal
Desnutrición y pobreza
Es lo que a vos te rodea
Choza de paja en silencio
Solo el rumor de la selva
Tus manos son de cedro
Tus ojos crepúsculos tristes
Tus lágrimas son barro
Que derramas en las sierras
Por esa razón en esta ocasión
Hoy quiero cantar a tu corazón
Hoy quiero decirte lo que siento
Por tanta pobreza y desolación
A pesar de pertenecer a una familia con una posición económica acomodada, Dichos versos es el espejo que refleja su conciencia, sobre la crisis de su país, específicamente el abatimiento del campesinado, la abrupta transgresión de derechos humanos, la desigualdad social, promovida por un estado, cuya ideología y estrategia económica arropaba cálidamente a los burgueses, quienes nunca miraban hacia abajo, para reconocer el grito agonizante, pero ensordecedor de un pueblo que clamaba por auxilio.
Su interés por la comunidad lo mostró también tempranamente alfabetizando a los pobres de diferentes comunidades, asimismo, en episodios como la huelga de hambre estudiantil en las iglesias de Managua, en 1972. Ese mismo año, un terremoto hizo temblar suelo nacional y se dedicó a atender a los damnificados en la capital, como a los refugiados que llegaron a su natal departamento de Carazo. Durante días permaneció en los campamentos llevando alimentos y ropa que colectaba, e incluso regalando sus pertenencias para aliviar el sufrimiento de la gente.
Fue buena estudiante, terminó el bachillerato y se matriculó para estudiar psicología social en la Universidad Nacional de Nicaragua. Con una formación originalmente cristiana, Arlen no dejó de tener influencias del marxismo y aun del feminismo, sobre los que escribió también breves ensayos.
Ricardo Morales Avilés, la contactó, junto con otros jóvenes jinotepinos. A partir de ese momento, las cuerdas de su guitarra acompañaba con su armónico sonido el pronunciamiento de su voz antes los crímenes de Somoza y su Guardia Nacional: las desapariciones, torturas y asesinatos, la violación de mujeres, que ese cuerpo militar, creado y sostenido por los Estados Unidos, cometía contra los campesinos y militantes del FSLN.
A través, de una carta se despidió de su madre Nubia Bermúdez y de sus hermanos Carolina, Marlon e Ivonne, los mayores, quienes también se convirtieron en colaboradores del Frente. Se trasladó a las montañas del departamento de León donde encontraría los caminos inciertos de la Muerte El 1° de agosto de 1975.
LGuardia Nacional localizó cerca del poblado llamado El Sauce un campo de entrenamiento sandinista. Se libró un fuerte combate en el que Arlen Siu ayudó a cubrir la retirada de sus compañeros, hasta ser abatida junto con otros jóvenes combatientes, Mario Estrada, Gilberto Rostrán, Julia Herrera de Pomares, Mercedes Reyes, Hugo Arévalo, Juan y Leónidas Espinoza. Tenía en ese momento 20 años recién cumplidos. El lugar donde quedaron sus restos no se reveló a sus familiares ni sus compañeros hasta que, con el triunfo de la Revolución en 1979, fueron recuperados.