Según testigos, fue el mismísimo comisionado general Ramón Avellán, subdirector de la Policía Nacional quién le puso a Franklin Galán una pistola en la sien cuando lo arrestaron.
Los denunciantes de casas aledañas por miedo a represalias solicitaron el anonimato, no obstante, dijeron que a Avellán lo acompañaban alrededor de treinta efectivos, entre policías y paramilitares que se movilizaban en tres patrullas de la institución. Unos andaban encapuchados, otros no.
La casa del jinotepino fue allanada sin orden judicial y los armados se apoderaron de dos celulares que había en las habitaciones. La familia Galán Sequeiera tuvo miedo de brindar declaraciones al diario LA PRENSA, dado que fueron amenazados.