Martes 16 Abril 2024
Nacionales

Madres nicaragüenses que migraron, relatan lo duro que fue separarse de sus hijos

 Este próximo Día de las Madres compartirán con sus seres queridos a través de videollamadas

Silvia Elena (de vestido) junto a su familia. Ella añora poder abrazar a sus hijos y a sus padres. La separación de sus seres queridos es lo más duro, asegura. (Cortesía)
Necesidades económicas o huir de la dictadura, las llevó a dejar su terruño.
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Poder abrazarlos, darles un beso en la frente y ver los rostros de sus hijos fijamente, es lo que añoran hacer algún día, tres madres nicaragüenses que migraron a miles de kilómetros de distancia, dejando a su paso un profundo vacío en sus hogares.

Lo difícil fue tomar esa decisión que hoy los mantiene separados, pero que, a pesar de ello, un telefonazo o videollamada los acerca un poco, dice Vanessa, quien prefiere omitir su apellido.

La dura decisión la tomó en el año 2017, dejando a sus dos hijos varones al cuidado de su mamá, quien tomó la batuta y la que se encargará en educarlos y formar nietos de bien, mientras ella lucha en España por darles un mejor futuro y ayudar con los gastos económicos.

Antes de partir de suelo nica, esta mujer de 43 años, se dedicaba a trabajar en labores domésticas. Su vida dio un giro de 180 grados en tierras españolas, donde su trabajo ahora consiste en cuidar a personas mayores.

Esta pinolera asegura que la razón que la motivó a dejar su hogar, fue darles una mejor preparación a sus dos hijos varones, uno estudia Ingeniería Civil y el otro cursa la secundaria.

“La relación con mis hijos ha sido muy buena, aunque no es igual como tenerles cerca, mi hijo mayor tiene 23 y el menor 14 años”, cuenta la nicaragüense, que lo que más desea es poder llevarse a sus hijos con ella.

Al consultarle cómo celebrará el Día de las Madres, este 30 de mayo lejos de su mamá y sus hijos, refiere que “triste porque nada es igual, la distancia nos separa, aunque hagamos videollamada, pasa igual que en navidades, no hay nada que celebrar, significa como cualquier día, porque estar lejos de la familia es terrible”. 

Vanessa se describe como una mujer trabajadora, “mientras Dios me tenga con salud lucharé por darle lo que esté a mi alcance a mis hijos y mi madre”, confiesa esta nica que mensualmente envía para los gastos del hogar y sus hijos 500 dólares.

De acuerdo a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en 2020 había en el mundo aproximadamente 281 millones de migrantes internacionales, una cifra equivalente al 3,6% de la población mundial.

Huyendo de la dictadura

Silvia Elena Cerda López, originaria de Masaya, se exilió en Costa Rica desde el 16 de agosto del 2018 y hoy se la juega desde el país vecino para sostener económicamente a sus dos hijos.

Al igual que Vanessa coincide que es terrible estar separada de sus hijos, pero su labor de madre y responsabilidad la mantienen en pie de lucha para que sus retoños salgan adelante y no les falte nada.

“Lo que me motivó a salir del país fue la persecución política, por ser miembro del Movimiento 19 de Abril de Masaya, era logística en la organización del movimiento; y eso me obligó a salir del país, ya que empezaba a recibir amenazas y no podía seguir dentro de mi país”, relata esta nica de 35 años, que antes de migrar, se dedicaba a realizar auditorías de calidad en una empresa en Tipitapa y también trabajó por cuatro años en una empresa de ensambles. 

Sus hijos viven en Nicaragua, pero a pesar de la distancia ella es constante con ellos, hay llamadas, videollamadas y uno que otro consejo de madre no ha faltado hacia sus hijos.  “He estado separado de mi familia, de mis hijos por estos ya casi cuatro años, he perdido familiares allá por diferentes situaciones, por el covid-19 y yo he estado lejos”, lamenta. 

A raíz de la falta de empleo en el país vecino, Costa Rica, estuvo trabajando por un tiempo en una Soda (cafetería), “luego descubrí que sabía cocinar y pues estoy en un emprendimiento propio que se llama Sabores cien por ciento Masaya”, dice.

Cerda López, tiene una hija que actualmente tiene 14 años y un varón de 18 años, para ella es bien complicado estar a la distancia queriendo ser madre. “Es muy difícil bajo la situación de normalidad que el gobierno quiere aparentar en Nicaragua, tengo un varón que acaba de cumplir 18 años y sí tengo miedo de que me le pase algo por la edad en que él está; es difícil vivir con un miedo traumante todo el tiempo, no sabes en qué momento va a llegar la policía a hacerte un allanamiento, no sabes en qué momento te pueden matar a alguien de tu familia, no hay nada cierto actualmente en Nicaragua”, añade.

Sentir el calor del hogar

Asegura en tono triste que su mayor sueño es regresar a su casa y poder sentarse en el patio con sus hijos, con su madre, poder ver y abrazar a su papá.

Apunta que tras esta situación es imposible volver a su país. “¿Qué les puedo pedir a las autoridades de Nicaragua?, Nada, porque en Nicaragua no hay autoridad, en Nicaragua lo que hay es una delincuencia organizada, ¿a qué otras autoridades les puedo pedir algo?”.

Silvia tiene a su mamá viva y asegura que este 30 de mayo, fecha que en Nicaragua se celebra el Día de las Madres, va a ser uno de los días más duros al no poder estar con ella, más ahora que está presentando complicaciones de salud, al igual que uno de sus hermanos, a los que desearía estar apoyando.

El llamado que hace esta mujer a las personas que están lejos de sus familiares, luchando por el pan de cada día y darles una mejor calidad de vida a sus familias, es “que no nos rindamos, yo sé que el exilio o estar lejos es duro, que las dificultades en Nicaragua son más grandes cada día, que tenemos que dar apoyo moral a nuestras familias y hacer el mayor esfuerzo desde afuera para seguir apoyándoles y sigamos adelante porque Ortega no es eterno, él va caer pronto”, recomienda Silvia. 

Ella se describe como una mujer que sabe hacer justicia y luchar por lo justo, además de feminista, porque “sé defender los derechos de las mujeres, luchadora, emprendedora, este exilio duele, pero es por causa justa, no porque yo sea culpable de nada, sino porque hay un criminal en el gobierno de Nicaragua que no nos permite ser un país en desarrollo”.

Manifiesta que a sus hijos no les manda dinero mensual, pero sí en cuanto consigue trata de enviarles de 100 a 150 mensual, “trato de hacer lo posible por mandarles dinero, ya que mis dos hijos cursan la secundaria actualmente. Apoyo en solventar gastos para mis hijos y mi familia, ya que la condición en Nicaragua está dura, mi papá ya tiene 70 años, mi mamá casi los 60, pero tiene problemas de salud”, apunta esta masayés, que no planea volver por ahora a Nicaragua.

“Esto por las graves violaciones a los derechos humanos, el encarcelamiento injustificado, como recién pasó con mi compañero de lucha, mi amigo, mi hermano Yubrank Suazo, porque verdaderamente estamos a manos de una mafia organizada que se llama Ortega-Murillo, y pues no creo regresar porque no les voy a dar el gusto de encarcelarme, voy a seguir luchando desde afuera para que mi país salga adelante y voy a seguir luchando por mi familia porque ellos me necesitan”, finaliza.

Migración histórica en Nicaragua

Costa Rica ha sido el destino de miles de nicaragüenses, que durante décadas han migrado por razones políticas o económicas, a este se suma Estados Unidos y España, que a raíz de la situación sociopolítica del 2018 y el desempleo son más nicas huyendo de la represión. 

En esta travesía hacia Estados Unidos, ya son varias jóvenes y madres de familias que han perdido la vida ahogadas en el Río Bravo, queriendo llegar a país americano, dejando aún más dolor y vacío en sus hogares. 

Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, publicado en 2018, reveló que desde 2010, las mujeres han representado un poco más de la mitad de la población inmigrante nicaragüense en el país vecino Costa Rica.

Dos veces dejando su patria

Cecilia Solórzano, quien habitaba hasta hace dos años y medio en Las Américas Dos, en Managua, dejó suelo pinolero en noviembre del 2019. La razón de emigrar fue el desempleo y quería darles un mejor futuro a sus dos hijos, la niña cursa primaria y el niño ya está en secundaria.

El desempleo es el motor de la migración forzada. En agosto del 2020 la tasa de empleo formal cayó un 4% con respecto a agosto del 2019. En el 2021 la tasa de empleo cayó un 3% más con respecto al 2020, de acuerdo a datos basados en el registro de afiliaciones del Instituto de Seguro Social y que publicó recientemente un medio de comunicación.

Ya en dos ocasiones esta mujer de 43 años ha tenido que migrar, la primera vez lo hizo hacia Estados Unidos, donde no le fue a como esperaba, por lo que tuvo que regresar a su país y una vez más agarró valor y esta vez se aventuró hacía la tierra del Quijote de la Mancha.

“Cuando vine a España estaba el otoño, cerca del invierno y el cambio de temperatura fue algo bien difícil, porque venía de un país tropical, caliente y vine en la época de frío, no sabía lo que me esperaba en diciembre, la temporada más helada, no venía preparada con ropa, ni abrigos y sin trabajo, pero bueno uno sale adelante a como uno puede”, cuenta.

Al consultarle que la llevó a dejar ‘la tierra de lagos y volcanes’, menciona que fueron muchas, una de ellas, el desempleo, ya que la empresa en la que trabajaba cerró, “soy una mujer divorciada, con tres hijos, dos de ellos pequeños y el papá de mis hijos a duras penas cumplía con la pensión, tengo una casa por la cual debo pagar la hipoteca. Gracias a Dios he cumplido 10 años de tenerla, ya solo me faltan cinco para cancelarla, una de mis metas ha sido esa y estando aquí he logrado estar al día con todas mis cuotas y también buscando un futuro para mis hijos, que tengan un mejor calidad de vida, una mejor educación”, expone. 

El estar lejos de la familia es lo más triste asegura y más sin sus hijos y nieto, “el primer año yo sufrí mucho, el cambio de clima fue doloroso, sin familia, me enfermé, me tuvieron que ingresar al hospital, estuve ‘tirada’ una semana y sin nadie que te pase un vaso de agua, fue una cirugía bien complicada, luego me avisan que mi mamá fue diagnosticada con cáncer, yo encerrada por la pandemia, ya no sabía qué hacer si regresar a Nicaragua, porque quería estar con mi madre, ayudarla”, relata.

Los consejos de su madre y algunos familiares la ayudaron a tomar más valor y quedarse en tierras españolas, no era opción de elegir, era o te quedas o te quedas.

“Me decían que yo le ayudaba más quedándome aquí, si no hubiese habido pandemia y hubiese podido agarrar un avión e irme a Nicaragua me regreso, pero estaban cancelados todos los vuelos, no podíamos salir, me sentía sola, lloraba, encerrada en una casa cuidando a una viejita, me agarraba como depresión, extrañaba a mis hijos, el único contacto era el teléfono para poder hablar con mi familia, tenía que esperar hasta medianoche, esperar que se durmiera la viejita por el cambio de horarios que son siete horas”, manifiesta.

Solórzano explica que sus planes son quedarse en España, pues ahora ya no se siente tan sola, tiene pareja, quien la ha apoyado bastante en estos dos años de estar juntos. “Los planes son traerme a mis hijos, meterlos al colegio, gracias a Dios tengo trabajo y el apoyo de mi marido”.

Esta mujer mensualmente envía a sus familiares 400 dólares. De lo que gana va dejando una parte para ahorro, pues sus proyectos son mandar a traer a sus hijos, así mismo ese ahorro le sirve para responder a alguna emergencia de salud, ya que cuando fue operada no contaba con recursos suficientes para atenderse.

Solórzano pidió asilo en ese país, pero el trámite aún está en proceso. “Estoy esperando a ver qué dice la resolución, si me darán la residencia que es por cinco años, o bien me dan la orden de salida para abandonar el país, en eso estamos a ver qué pasa, porque yo todavía no estoy casada”, concluye. 

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) destaca que los más afectados por la migración de las familias suelen ser los menores, ya sea porque están separados de sus progenitores al permanecer en el lugar de origen, o bien porque emigran con sus familias o solos.

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