La novena al Niño Dios es parte del tiempo de adviento y rememora el nacimiento del hijo único de Dios, nacido de la Santísima Virgen María. La tradición en Carazo es la misa de madrugada con la presencia de centenares de niños acompañados por sus tutores y el bullicio de cuernos, conchas de mar, pitos y panderetas.
Antiguamente la gigantona que sacaba el difunto Chico Amaya acompañaba los nueve días de rezos y bailaba en los alrededores del templo parroquial Santiago, de Jinotepe.
De la misma manera, el atol de la Marianita, en la propia esquina de donde fue el almacén La Confianza, con más leche que otra cosa, porque era una época de bonanza.
La bebida que calmaba las friolentas madrugadas del Jinotepe de antaño, costaba ‘Un Chelín” y era servida en impecables huacales de jícaras.
El novenario del 16 al 24 de diciembre víspera de la Natividad, finalizaba con la tradicional Misa del Gallo, que se acostumbraba a las 12 de la noche. Luego la familia se reunía alrededor de la mesa para cenar, mientras el Niño que ya había nacido era colocado en los portales, belenes o nacimientos.
Mientras la familia cenaba, tocaba desempacar los regalos que traía el Niño Dios y por lo que muchos hacíamos méritos de niños buenos, pero nada de obsequios.
Los niños pobres En las cuarterías, que eran muchas, los niños pobres teníamos que conformarnos con ver la variedad de juguetes en los estantes de las tiendas del viejo centro histórico, además de presenciar el deslumbrar de luces de colores sobre la avenida central.
Diciembre también traía los pases al Niño Dios, la Visita de Nacimientos y las Pastorelas por toda la ciudad. Este año y como ha sucedido con la Purísima del siete de diciembre y otras tradiciones, la novena al Niño Dios, en toda la zona pastoral de Carazo, inició con la mínima cantidad posible de feligreses y a las seis de la mañana, en algunos templos, donde cada persona asume su propia responsabilidad para evitar el Covid y proteger a los demás.