Angélica no quiere jugar con la bicicleta. Su sueño, el de pedalear en un enorme campo con su padre corriendo tras ella cuando dominara el equilibrio sin las dos llantitas infantiles de apoyo, quedó truncado de golpe el ocho de julio de 2018. Los paramilitares y policías sandinistas que ejecutaron la ‘Operación Limpieza’ en Jinotepe, Carazo, asesinaron a Gerald Barrera Villavicencio.
Un par de años antes de la rebelión de abril, Gerald le regaló la “bici” a Angélica. El padre le enseñaba a la pequeña a conseguir el equilibrio por sí sola, todo un hito durante la niñez: pedalear en dos ruedas. Pero desde que el fusil represivo del gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo impuso la orfandad, la niña no quiere jugar con la bicicleta.
“Casi inmediatamente que mi esposo fue asesinado, la niña dejó la bicicleta. No la quiso más”, relata Guadalupe, la madre de Angélica. “Ella entiende que su papá está en el cielo, pero hay momentos en que no lo acepta. Entra como en un período de negación… y cuando entra en ese periodo, reniega de Gerald: piensa que su papá la dejó y ya no quiere estar con ella… que no quiere venir a la casa para enseñarle a andar en bicicleta”.
Angélica y Marcela son dos niñas de 5 y 10 años que extrañan a Gerald, su padre. Sobre todo la niña menor de cinco años, quien se niega a usar la bicicleta sin su papá.
La madre vive con miedo porque el acoso contra los considerados “golpistas” por el gobierno sandinista no cesa. De hecho, Guadalupe no se llama Guadalupe. Pide que ocultemos su nombre por razones de seguridad. La mujer también tiene que sobrellevar el trauma de la orfandad que sufren Angélica y su otra hija mayor. Fue particularmente pesado cuando volvieron del exilio y recogieron sus pertenencias en la vivienda abandonada. Allí seguía la bicicleta tirada, herrumbrosa. Angélica volvió rechazar el regalo de su padre.
La familia se refugió en otra casa en Jinotepe al retornar del exilio para evitar el acoso. Sin embargo, volver al escenario donde Angélica vivía con su padre la ha confundido más. A medida que crecen, las huérfanas tienen más preguntas.
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“Obviamente, el bebé menor no tiene conocimiento real de lo que pasó, pero Angélica y su hermana de 10 años sí manejan con certeza lo que pasó. Ha sido un proceso difícil, un reto como madre, el explicarles de manera acertada que su papá ya no está; que no puede llevarlas a la escuela”, narra Guadalupe a Stereo Romance.
La represión desatada durante la rebelión de abril dejó 105 menores de edad huérfanos, según información oficial de la Procuraduría de Derechos humanos sandinistas. Sin embargo, no existe una base de datos clara sobre la cantidad de huérfanos generados por la violencia policial y paramilitar.
La Coordinadora de la Niñez Nicaragua (CODENI) cree que la cifra aportada por la Procuraduría es aún baja, a juzgar por el número de víctimas fatales reportadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
“La Procuraduría habla de 105 huérfanos, pero parten del hecho que ellos como gobierno sólo reconocen 198 muertes durante 2018, y no las 329 reportadas por organismos de derechos humanos”, explica Jorge Mendoza, del Consejo de Coordinación de CODENI. “Ese dato de 105 huérfanos bien puede aumentar un 40%”, resalta.
Más allá de los datos, de lo que poco se habla son de las consecuencias que vive esta legión de huérfanos en Nicaragua. Una niñez sin padres y madres enfrentadas a infancias cruzadas por la violencia y el abandono estatal.
Episodios de negación que provocan lágrimas
Carazo y sus ciudades, en especial Jinotepe y Diriamba, es uno de los departamentos más golpeados por ‘Operación Limpieza’. Al menos 32 caraceños fueron masacrados por policías y paramilitares, según organismos de derechos humanos. El ocho de julio es recordado como uno de los días más fatídicos en Nicaragua, el día que asesinaron al padre de Angélica, Gerald.
Unos 2 mil paramilitares y policías llegaron armados a las ciudades de Jinotepe, Diriamba y Carazo. Todos portaban armas de guerra para derribar los tranques ciudadanos contra el gobierno. Los fusiles PKM, AK-47 y RPG-7 escocieron a los atrincherados sublevados. Esa mañana, Gerald salió de su casa para ir a buscar a su hermano en uno de los tranques. El padre se despidió rápidamente de Guadalupe y sus hijas. Sería la última vez que lo verían en vida.
La balacera atronaba en Jinotepe. Guadalupe decidió llevar a sus hijas a otra casa más segura para refugiarse de las balas. El trauma de la orfandad empezó en ese momento para las hermanas Angélica y Marcela. Se convirtieron en 2 de las 8 huérfanos de la ‘Operación Limpieza’ en Carazo.
Guadalupe dejó a sus hijas a un lado mientras recuperó el cuerpo de su marido. Lo preparó y consiguió un ataúd para sepultarlo. Aunque quiso ocultar lo más que pudo el asesinato a sus dos hijas mayores, esto es imposible. La ausencia de Gerald permea todo en sus vidas. Como el agua derramada que llena cualquier poro abierto.
Marcela, la hermana mayor de Angélica, ha experimentado doblemente la ausencia de su padre. Cuando pasa mucho tiempo con Angélica, a ella le surge un instinto de protección al ver que su hermana pregunta constantemente por su papá. Lo peor es cuando la niña reclama por qué Gerald no la busca o visita.
La psicóloga forense Pilarte Ramírez , de la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH) afirma que es importante dar afecto a estos menores huérfanos.
“Marcela era muy apegada a él. Ella es una niña muy madura. Entiende perfectamente lo que pasó. Sabe lo que vivimos. Pienso que ha sido la más golpeada con esto, porque ella es más grande. Sobre todo cuando escucha a su hermanita las preguntas. Solo se pone a llorar”, relata Guadalupe. “Marcela me dice ‘¿qué le digo mami?’. Creo que ella se ha llevado una parte muy fuerte en esto”.
La psicóloga forense Pilarte Ramírez , de la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH), asegura que este tipo de comportamiento en los menores huérfanos es la forma en la que viven la ausencia de sus progenitores. Esos comportamientos van paulatinamente afectando de manera negativa a la familia.
“Una de las consecuencias de la orfandad es que el niño empieza a pensar como adulto y a tomar las riendas del hogar. Hay mucha deserción escolar por parte de ellos, porque piensan en que tienen que llevar una ayuda a su casa… Otra de las consecuencias negativas es la falta de afecto que estos niños padecen al no tener un tutor, un padre de familia, un cuidador. Estos niños crecen sin el afecto necesario y sin un ejemplo a seguir”, explica la especialista.
De la mano de la salud emocional de estos huérfanos, CODENI sostiene que la justicia que estos casos deberían implicar protección estatal. Es decir, garantizar educación, salud, bienestar y desarrollo. Sin embargo, en la práctica algunos huérfanos cargan con el estigma social de ser hijos de “golpistas” y “opositores”
“Sobre todo si estos huérfanos fueron provocados por fuerzas regulares del Estado o grupos irregulares que fueron apañados, armados, financiados y patrocinados por el Estado de Nicaragua”, enfatiza Jorge Mendoza de CODENI.
En la actualidad, Guadalupe trata de salir adelante con su pequeña agroveterinaria en Jinotepe. Enfrenta dificultades económicas y, al mismo tiempo, las duras preguntas de Angélica, quien se rehúsa, tajantemente, a volver a usar la bicicleta que su padre le regaló.
