Mientras en algunas comunidades de Bluefields se oye el canto de los gallos, en la segunda planta del mercado “Teodoro Martínez” de esta ciudad, se escucha el sonido constante del “palmeo”. A cierta distancia del lugar, se pueden oler las tortillas de maíz recién hechas, las que atrapan a los primeros marchantes que ya hacen fila para llevar el bastimento a sus hogares.
Muchas de estas tortilleras tienen sobrada experiencia en este oficio. Algunas llevan entre 20 y 25 años palmeando, lo que ha sido su única fuente de ingreso para el sostén de sus familias.
Para Daira Blandón, su vida ha sido “su puesto de tortillas”. Menciona que con orgullo lo ha mantenido y que significa mucho para ella, porque fue heredado de su mamá, quien también es tortillera.
Desde sus 10 años, Daira ya palmeaba y su día se dividía entre el puesto y sus estudios. Cuenta que no veía mal que su infancia fuese laboriosa, hoy en día agradece a su mamá haberle enseñado este oficio y ahora Daira, replica este ejemplo en su hija de 17 años.
“Le he enseñado que tiene que trabajar para que aprenda a valorar lo que cuestan las cosas, ella trabaja para sus gastos diarios. La vida es dura y así por lo menos no se introducen en los malos vicios, así que mejor les enseñamos a trabajar a ellos”, cuenta Blandón.
Batallan con malas ganancias y la vida cara
Más de cinco tortilleras del mercado, coinciden que sus ganancias no son mayores a los 300 córdobas diarios, una cantidad que no les permite cubrir con los gastos de su familia, sin embargo, este oficio es el que desempeñan por años y saben que no hay trabajo en Bluefields, por lo que buscan cómo acomodarse.
“Con la ayuda de Dios hacemos milagros”, señala Clida Morales, otra tortillera que tiene 10 años en el oficio.
Ella lucha para no contagiarse del pesimismo en la ciudad. “No hay trabajo, cada día los productos de la canasta básica suben de precio y es menos lo que pueden comprar. Hoy compramos una cosa, mañana compramos otra, pero al suave sí, todo el mismo día no, y con eso medio sobrevivimos”, comparte.
Lucha de cada día
La tortillera asegura que para mejorar sus ingresos, deben acercarse a las fritangas a ofrecer tortillas, y es allí donde las ventas mejoran, pero eso implica mayor trabajo, porque los pedidos son diarios y deben palmear más.
Algunos días, las tortillas no son incluidas en las compras de las familias, y es por eso que las ventas caen y eso se traduce en pérdidas para las tortilleras porque se tienen que llevar a sus casas las tortillas que ya no se vendieron en el día. Esas, aunque sirven de alimento a sus hijos, afecta la inversión del día siguiente.
“El dinerito que nos quedaba ya es menos, porque ya no está en efectivo, sino, en el producto. Hay que lidiar con todo eso, pero ahí vamos, no debemos rendirnos”, aseguran.