A la corta edad de 7 años nació su pasión por los estudios, pues a pesar de las limitaciones y la pobreza en que vivía, supo que quería estudiar la secundaria.
En las comunidades indígenas mayangna los niños no asisten al colegio a falta de cuadernos y empiezan labores de adultos a temprana edad. La pobreza rige sus destinos y quiénes estudian concluyen el ciclo primario.
Ricky Pineda dejó su comunidad, su idioma, sus creencias y su familia atrás por ir tras un sueño: convertirse en el primer médico mayangna de Amak, pero su identidad cultural y sus raíces van con él y pronto a su tierra para llevar esperanza e inspiración a los niños indígenas del Caribe Norte de Nicaragua.
En su largo caminar Ricky fue jardinero y hasta profesor para sus compañeros que deseaban aprender su primera lengua: mayangna. Lo hizo para ganarse unos pesos y completó su bachillerato siendo el mejor de su clase. Quería ser sacerdote pero no contó con la aprobación de sus padres.
Se inscribió para hacer examen de admisión en la UNAN -Managua y estudiar enfermería, ser médico era demasiado para él y se conformaba con el plan de ayudar a su comunidad golpeada tantas veces por la naturaleza y abandonada por todos los gobiernos.
Ricky debía viajar 9 horas en bote y en esa semana no hubo suficientes pasajeros y perdió la oportunidad de presentar el examen de admisión en dicha universidad, pero no desistió y así fue como empezó a estudiar Medicina Humana.
Un amigo le habló de una universidad en Estelí, viajó dos días y fue becado para estudiar Medicina Humana, mantuvo su buen rendimiento académico, y utilizó sus redes sociales para hablar de su comunidad, está a punto de graduarse y aunque lograr su sueños le ha costado sacrificios, cada año vuelve a su tierra para llevar alegría y esperanza a estos pueblos marginados.
Desde noviembre a enero recogió ayuda humanitaria y personalmente se encargó de entregar a las 19 comunidades mayangnas arrasadas por los huracanes Eta y Iota.
Además con ayuda de amistades y donantes construyó una casa a una anciana que tienen cargo 5 huérfanos y con Iota perdió su vivienda.
Hoy, Ricky Pineda es un ejemplo para muchos, que a pesar de tantas limitantes ha triunfado.
“Hablar una lengua indígena...es habitar un territorio cognitivo que todavía no ha sido conquistado, al menos, no del todo'' .Yasnaya Aguilar, lingüista y comunicadora maya-mixe, de quien procede la información de este artículo.
