Norman Emilio Mejía Morales es el nombre con el cual inscribieron en el registro civil al hombre que, a pesar de sus 84 años, continúa trabajando sin pretextos en el mercado municipal de Masaya. Su padre, luego de inscribirlo con ese nombre, cambió de opinión, pero ya era demasiado tarde, no obstante, desde ese entonces lo llamó; Alcides, "diciéndole a toda la familia y personas que así me llamaba, y por eso soy Don Alcides".
Antes de realizar el arte de afilado, trabajó en talleres de zapatería y en barberías, y en 1976 decidió poner su taller en el mercado viejo de Masaya, hoy Mercado de las Artesanías, después él junto a otros comerciantes se trasladaron al actual mercado municipal Ernesto Fernández. Como todo inicio, tuvo sus tropiezos, sin embargo, la sorprendente calidad de su trabajo enamoró a los clientes.
Quizás te interese: Masaya: no le hacen caso en la policía y la joven denuncia en redes sociales a su novio, por maltratarla y golpearla
"De joven trabajé en talleres de zapatería y luego fui barbero, ahí se utiliza mucho los cuchillos o cuchillas, y navajas, es decir que sé del tipo de filo que se necesita para ese trabajo, lo cual me ayudó a dar filo a esos metales, un amigo me ayudó para poner mi pequeño negocio en el mercado viejo, pero después que se quemó, nos trasladaron donde actualmente estamos, mi primer afilado fue un machete, cobré un peso (1 córdoba), casi nadie creía en mi trabajo, pero afilé cuchillos de zapateros del mercado y fue que me llovieron los clientes, todos decían que afilaba muy bien", recuerda Don Alcides.
Actualmente no posee la visión de su ojo izquierdo y para entablar una conversación con él, es necesario hablar en tono fuerte para que sus oídos puedan captar las palabras. Sin embargo, estas secuelas no se las atribuye a su labor de afilar metales, a pesar de que pocas veces usa protección para su vista y oídos, además aduce que su trabajo lo domina a la perfección y eso lo saben sus clientes.
"Una vez estaba trabajando y de repente no miré nada de este ojo y le dije al otro afilador: '¿Pablo que tengo aquí (ojo)?, y me dice: nada', entonces perdí mi ojo, era glaucoma, yo creo que no fue por el afilado más bien creó que se debio a trabajos de soldadura que hice en esos años en una casa, soldé bastantes perlines y angulares, llevaba bastante hierro", afirmó.
Tiene varios hijos
"Pero hago bien mi trabajo, a mí me gusta trabajar en el mercado, en la casa me aburriría, tengo una vida en este lugar, afilar no es para cualquiera y desde hace 44 años lo hago con satisfacción, todos estos años son de mucha experiencia y disfruto lo que hago, solo que me enferme no vengo a trabajar", dijo el afilador, cuyas gruesas manos se contrastan con su amabilidad.
Si bien es cierto la demanda de su servicio ha cambiado por la crisis económica tiene días "buenos", como en años anteriores, ya que siempre hay una ama de casa, barbero, zapatero o cualquier persona que afilian sus herramientas de trabajo. "Me atrevo a decir que soy el único afilador de Masaya que ha sobrevivido huracanes, terremoto, guerra y ahora enfrento la pandemia con la fortaleza que Dios me brinda cada día", asegura que dejará de afilar cuando ya nadie lo busque (sonríe), es decir, hasta que se muera, porque siempre hay clientes en el mercado.
En su primer matrimonio procreó 9 hijos, quienes están en Estados Unidos, en algún momento le dijeron que no siguiera trabajando y que le ayudarían en sus gastos, pero Don Alcides, quien goza del aprecio de muchos comerciantes por ser una persona humilde, trabajadora y de principios, asegura que el mercado es su "vida", llega a las seis de la mañana y a la una de la tarde cierra su tramo, esperando regresar al día siguiente.
