Desde esa fecha inolvidable, Monimbó, que significa "cerca del agua", no volvió a ser el mismo, ese día se desencadenó un sentimiento de impotencia, dolor, angustia, y en medio de la desazón que se vivía en cada uno de sus rincones, las oraciones al creador, para que resguardara la vida de los jóvenes valientes, no podían faltar.
Los niños, niñas, mujeres y ancianos se resguardaron en el lugar más seguro de sus casas, pero tirados al suelo, solo quedaron quienes decidieron defender el honor y la lucha de un pueblo que se levantó aquel 19 de abril 2018. Las ráfagas, como nunca escuchadas en sus vidas, provenían de todos lados, pero con coraje y humildad eran respondidas con morteros, únicas armas que poseían los jóvenes atrincherados en el último bastión de resistencia.
Entraron por todos los costados del barrio, acorralando y arrasando con todo lo que encontraban a su paso. Era un huracán de armas de alto calibre que asesinaron a los chavalos, entre ellos, Erick Jiménez, de 30 años. Una bala impactó su pecho a pocos metros de llegar a su casa, cerca del sector de Las Cuatro Esquinas, su tía, en medio del chiflido agudo de los proyectiles salió a rescatar el cuerpo ensangrentado.
"Nosotros nos encerramos en la casa y él, mi sobrino (Erick) se quedó en la barricada que estaba a media cuadra de la casa, escuchábamos balas, ráfagas por todos lados, eso era horrible, de pronto gritaban el apodo de él y que estaba tirado, solo medio escuche y no me importó nada, salí bajo las balas a recoger su cuerpo, no lo podía dejar, pues no sabía que le podían hacer esa mala gente si lo encontraban tirado, en una tabla los chavalos me ayudaron a meter el cuerpo en la casa", lamenta Nelly Jiménez, tía del operario de una zona franca.
VELORIO A PUERTA CERRADA
El luto y el dolor tocaron la puerta de la familia Jiménez a eso de las 9:00 de la mañana, del 17 de julio. Dos horas después, por ese sector las llamadas camionetas de la muerte se escuchaban pasar a cada momento por las calles que refugiaban entre sus callejones a decenas de monimboseños que lograron escapar del ataque más feroz, no había nadie en las calles, Nelly, de estatura baja, pero armada de coraje y con pañuelo blanco en mano salió a buscar el ataúd de Erick, quien no logró despedirse de su pequeño hijo de siete años.
"Yo salí a buscar la caja para mi sobrino, fui a dos lugares en el primer intento, fui acompañada solo con el poder de Dios (...), ya que en cada esquina habían hombres armados y bebidos de guaro, después vinieron algunas vecinas a ayudarme con la caja, luego vinieron vecinos a a dar el pésame, y como las camionetas pasaban con hombres que realizaban ráfagas al aire, decidimos cerrar las puertas, y solo encendimos una veladora. Fue una noche larga y silenciosa. Al día siguiente, por la mañana, cuando realizamos el sepelio fuimos solo mujeres, porque varias patrullas nos asediaron hasta que lo sepultamos", recuerda con la mirada fija Nelly.
Edgardo Hernández: lo capturaron vivo el 17 de julio y luego apareció en la morgue de Medicina Legal
En otro extremo de Monimbó, cerca de la Pista Isabel Gaitán, el anillo del brutal ataque empezaba a cerrarse y la dispersión de los atrincherados conmovía cada calle, en ese momento asesinan al joven Yader Mercado y capturan a Edgardo Hernández Ñamendi, de 30 años, quien se sumó a la resistencia de Monimbó.
Los pobladores aseguran que lo golpearon, arrastraron y lo montaron a la patrulla, pasando ésta a pocos metros de su casa, en el sector de la Loma de Sandino, él gritó señalando su casa, su familia no escuchó porque estaban resguardos al fondo de la vivienda. Al día siguiente, su madre llegó a la estación policial de Masaya a preguntar si se encontraba preso, donde le dijeron que estaba en la lista, durante tres días los oficiales recibieron los alimentos de Edgar, hasta que después negaron su presencia.
La familia angustiada nunca imaginó que el joven padre de familia se encontraba en la morgue del Instituto de Medicina Legal, desde el 17 de julio.
"A él (Edgardo) se lo llevaron vivo, ellos lo torturaron, y después lo ejecutaron, tenía signos de tortura en su cuerpo y dos disparos en su pecho. Los vecinos lo vieron en la patrulla que se estacionó cerca de nuestra casa, como él decía que aquí vivía comenzaron a golpearlo y tirarle piedras y después se lo llevaron. Para nosotros que se encontraba preso, nos engañaron porque la policía sabía que lo había matado y estaba en la morgue", describe su hermana Katherine Hernández.
El 20 de julio, la vela de Edgardo, artesano del cuero, estuvo bajo fuerte asedio policial, las puertas debían cerrarse por temor a que profanaran el cuerpo, que según el dictamen de medicina legal en vida recibió descomunales golpes.
"El forense nos dijo que mi hermano recibió aún con vida golpes violentos que causaron lesiones interiores, eso fue parte de la tortura a mi hermano, después le dispararon con una escopeta dos veces en el pecho, a él prácticamente lo ejecutaron, destruyeron su vida y la de su pequeña hija que en ese entonces tenía año y medio", sostuvo Katherine.
En la Operación Limpieza del barrio indígena asesinaron a seis jóvenes, entre ellos Yader Mercado, Bayardo Jarquín, Erick Jiménez, Josué Rafael Palacios, Edgardo Hernández, Brayan Ezequiel Flores y el jinotegano Jamensson Meza, a quien hirieron de bala y días después falleció al momento de operarlo,.
Las familias de estas siete víctimas forman parte de las más de 40 personas asesinadas durante la represión estatal, iniciada en abril 2018. Dos años después continúan demandando justicia del gobierno, aunque saben que mientras esté la pareja presidencial Ortega Murillo en el poder difícilmente la tendrán, pero aseguran que la justicia divina poco a poco se hace realidad para los que dispararon sin piedad.
La emblemática placita de Monimbó continúa bajo fuerte resguardo policial y de simpatizantes sandinistas, el gobierno tiene temor de que los monimboseños vuelvan a levantarse, aunque de vez en cuando se escuchan los estruendos de las bombas artesanales, cuyo mensaje es que aún están en resistencia, mientras el sentimiento de nostalgia contagia a la mayoría de las familias que no pudieron despedirse de sus seres queridos.