Abordo de su antigua bicicleta Hero, llega todas las mañanas al atrio de la catedral de Granada don Alfonso Martínez de 85 años, cargando dos libras de trigo y una bolsa de pan, para alimentar a las más de doscientas palomas de Castillas que permanecen revoloteando frente al parque central, como uno de los atractivos turísticos de la ciudad colonial.
Al bajar de su bicicleta, las aves corren a agruparse en su entorno en espera de recibir el pan y el trigo que lleva todas las mañana y las tardes desde hace diez años, cuando decidió alimentar a estas indefensas aves que permanecen en las paredes del frontis de la catedral.
“Un día estaba sentado en la gradas de catedral junto a un grupo de jubilados, me percaté que estas aves habían migrado del campo a la ciudad y requerían ser alimentadas y desde ese momento me prometí traerles provisiones hasta donde mis fuerzas físicas me lo permitan”, relata don Alfonso Martínez, habitante del barrio Santa Lucia.
En su juventud trabajó por muchos años en la empresa Molinos de Nicaragua (Monisa), donde entró como barrendero y luego pasó a la panadería y al final se ganó la confianza de la gerencia que lo enviaba al banco a depositar fuertes cantidades de dinero.
De su modesta pensión, que recibe cada mes de parte del seguro social, destina más de cincuenta córdobas diarios para garantizar el alimento a las palomas, a pesar de las dificultades económicas que tiene que sortear en su hogar, como la compra de medicina, alimentación y pagos de servicios básicos.
En algunas ocasiones varios de sus hijos le ayudan a sufragar este gasto, porque consideran que esta acción lo mantiene con energía y con ánimo de realizar una noble y provechosa acción en su vida.
“Me siento gozoso de alimentar a las palomas y sin ningún interés de comérmelas, como muchas personas que las matan en busca de su poca carne, para prepararlas en sustancias, yo por el contrario siento que alimentar a las palomas hago provechosa mi vida y de esta manera no permanezco ocioso en la casa y aprovecho a reunirme en el parque con mis amigos”, mencionó este hombre de la tercera edad que mantiene una vitalidad con el manejo de su bicicleta.
El día que lloró por la muerte de sus palomas
A inicio de marzo, la población de Granada se conmocionó al ver desplomarse más de cincuenta palomas que murieron luego de comer arroz mezclado con veneno, a lo inmediato demandaron una investigación para dar con los culpables de este trágico hecho.
La policía detuvo a cuatro comerciantes que trabajan en los alrededores del parque central, pero hasta la fecha no se presentó ningún avance en el caso para determinar quiénes fueron los causantes de esta lamentable acción.
Ese día don Alfonso al ver las palomas muertas en dos sacos, se llenó de una profunda tristeza y soltó sus lágrimas porque llegaba como todos los días con la ilusión de alimentarlas.
“No concibo como un ser humano vaya a matar a varias palomas, si estas aves no causan ningún daño a nadie, pasé varios días con sentimientos depresivos pero gracias a Dios veo que ya se vienen reproduciendo y eso me vuelve a llenar de alegría”, sostiene don Alfonso Martínez.
Este hombre espera seguir alimentando a las aves hasta que sus fuerzas físicas le permitan seguir pedaleando en su bicicleta, Cada que nace el sol le recuerda su compromiso de llegar a escuchar el canto de los palomos y entregarles su pan y trigo y de paso aprovecha las tertulias que realiza con sus amigos del parque, donde hablan de sus vidas que se fugan en un ambiente que los agobia al ver la ciudad que ha dejado de percibir un alto flujo de visitantes y es evidente la caída económica de la actividad turística, principal rubro de ingreso de sus habitantes.