Pakela era mucho más que un músico: era un alma creativa y llena de vida, cuya conexión con su bajo electrizaba los escenarios. Con su característico profesionalismo y una actitud apasionada, marcó un antes y un después en cada grupo musical con el que colaboró. Su talento, inigualable y auténtico, lo llevó a ser parte de importantes agrupaciones nacionales, siendo su último hogar artístico la banda nicaragüense Los Sabrosones de Wajira, donde compartió su arte hasta el final.
En redes sociales, colegas y amigos han expresado su dolor y admiración hacia un hombre que no solo fue un virtuoso en su instrumento, sino también un ser humano excepcional. “Pakela era de esos músicos que vivían cada nota con el alma”, comentó uno de sus compañeros.
Esta noche, su vela tiene lugar cerca de la iglesia San Antonio, en su querido municipio de Jinotepe, departamento de Carazo. Ahí, entre oraciones y recuerdos, se despide a un hombre que convirtió el sonido de las cuerdas en poesía.
Desde este espacio, extendemos nuestras más sinceras condolencias a su familia, amigos y a la comunidad musical nicaragüense que hoy llora su partida. Su legado vivirá en cada acorde, en cada canción, y en cada corazón que tuvo el privilegio de conocerlo.
Hoy, el eco de su bajo no se apaga; se eleva al cielo, como un himno eterno de amor y pasión por la música. Descansa en paz, Pakela.
