Ortiz es un espejo que refleja la realidad de muchas mujeres nicaragüenses, quienes son cabezas de hogar. Su día comienza desde muy temprano, lava los trastes, la ropa, barre, cocina, además se hace cargo de su hijo de siete años, quien tiene capacidades diferentes.
Una vez que finaliza cada uno de los oficios de su casa, se dirige al vertedero y su cuerpo apenas se hace visible entre la basura. Ella se agacha y pareciera que no siente el hedor de los desperdicios que revuelve en busca de esos objetos que comercializará, pues el desperdicio de muchas personas significa dinero para ella.
“A veces sacamos 100 pesos en todo el día y eso que yo me ando en lo quemado buscando la chatarra, hay días que ganamos hay días que no, tengo tres hijos a mi cargo, uno que tiene siete años que padece Síndrome de Down”, aduce Carmen, con sus ojos un tanto entristecidos y su piel quemada por el sol que aguanta durante el día.
Se podría decir que Carmen es una de las pocas mujeres que labora en el vertedero, pues en su mayoría son hombres los que juegan en la basura, sin embargo, es el único medio de ingreso que ha encontrado hasta el momento.
De la familia de Ortiz no es la única que se ha ganado la vida de esta forma, pues también su hermana, a quien después de trabajar por alrededor de 30 años, el humo, que no solo entenebrece el lugar, le dañó sus pulmones, pues con el tiempo el respirar se convirtió en un ejercicio casi imposible, tras verse afectada su salud, no tuvo más remedio que ir al doctor, quien le diagnosticó asma.
Sin cena navideña
“Es una vida bastante difícil, aquí aguantamos de todo, que me decís en esos humazones (refiriéndose al humo)”, recalca.
Para estos ciudadanos todos los días son iguales, no hay una cena navideña a como se acostumbra en los diferentes hogares, sin embargo, el calor familiar nunca falta.
“Para mí no hay alegría, mi cuñada a veces hace cena el 24 y me manda mi comidita, porque yo no hago nada, nos acostamos temprano”, afirma.
