Jueves 2 Mayo 2024
Religion

2 monjas carmelitas buscan recuperar el origen ermitaño de la Orden en España

La Madre Ana María y la Hermana Raquel forman una pequeña comunidad carmelita que busca un lugar donde poder vivir en plenitud su vocación más cercana a los orígenes eremíticos de la Orden en el monte Carmelo, hoy rodeado por la ciudad de Haifa en Tierra Santa.

Ambas ingresaron como carmelitas descalzas en Ávila (España) al poco de alcanzar la mayoría de edad. Hoy, la Madre Ana María, nacida en Madrid, tiene 54 y la Hermana Raquel, toledana, 30. Ambas forman una comunidad carmelita ermitaña que cuenta desde hace tres años con la aprobación canónica pertinente.

“Si Dios quiere, va a entrar otra después de Navidad”, relata al otro lado del teléfono la Hermana Raquel, que atiende la llamada de ACI Prensa en el estricto horario de uso del teléfono.

Ambas llevaban “mucho tiempo discerniendo esto” y cinco años atrás comenzaron esta andadura en Ávila, donde la Diócesis les proporcionó un lugar provisional para fundar la nueva comunidad.

“Tenemos un carisma totalmente carmelitano, pero con un marcado carácter eremítico, es decir, más tiempo de celda, de silencio, de soledad dentro del convento”, detalla la hermana.

Sin embargo, allí no era posible encontrar las condiciones necesarias, entre otras razones, “porque en Ávila hay pocos sacerdotes” y no las podían atender de manera óptima. Así, preguntaron en la Archidiócesis de Toledo, donde les han cedido temporalmente la casa parroquial de Consuegra.

El espacio, pese a ser amplio, “está en mitad del pueblo y no tiene huerta ni nada. Hay mucho ruido, estamos rodeados de vecinos y claro, no es lo adecuado para nosotras”, añade. 

La búsqueda del lugar donde asentar la nueva comunidad es complicada, porque la mayoría de los monasterios vacíos están en el centro de las ciudades y, además, se venden por un precio bastante elevado.

A eso se suma que se trata de una comunidad casi desconocida: “Apenas nos conoce nadie, no tenemos bienhechores, ni ayuda. Algunos sacerdotes nos apoyan”. También algunos grupos, como la asociación Nuestra Señora de la Cristiandad. 

Más allá del proyecto de encontrar un monasterio eremitorio, está la cuestión de su propio mantenimiento. Ambas realizan algunas labores como ornamentos litúrgicos, casullas y purificadores, pero de manera casual, no organizado como un negocio. Por eso, piden donativos a través de su sitio web.

 

Las Carmelitas Ermitañas buscan un lugar donde poder vivir en plenitud su vocación. Crédito: Carmelitas ermitañas.
Las Carmelitas Ermitañas buscan un lugar donde poder vivir en plenitud su vocación. Crédito: Carmelitas ermitañas.

La Madre Ana María y la Hermana Raquel forman una pequeña comunidad carmelita que busca un lugar donde poder vivir en plenitud su vocación más cercana a los orígenes eremíticos de la Orden en el monte Carmelo, hoy rodeado por la ciudad de Haifa en Tierra Santa.

Ambas ingresaron como carmelitas descalzas en Ávila (España) al poco de alcanzar la mayoría de edad. Hoy, la Madre Ana María, nacida en Madrid, tiene 54 y la Hermana Raquel, toledana, 30. Ambas forman una comunidad carmelita ermitaña que cuenta desde hace tres años con la aprobación canónica pertinente.

“Si Dios quiere, va a entrar otra después de Navidad”, relata al otro lado del teléfono la Hermana Raquel, que atiende la llamada de ACI Prensa en el estricto horario de uso del teléfono.

Ambas llevaban “mucho tiempo discerniendo esto” y cinco años atrás comenzaron esta andadura en Ávila, donde la Diócesis les proporcionó un lugar provisional para fundar la nueva comunidad.

“Tenemos un carisma totalmente carmelitano, pero con un marcado carácter eremítico, es decir, más tiempo de celda, de silencio, de soledad dentro del convento”, detalla la hermana.

Sin embargo, allí no era posible encontrar las condiciones necesarias, entre otras razones, “porque en Ávila hay pocos sacerdotes” y no las podían atender de manera óptima. Así, preguntaron en la Archidiócesis de Toledo, donde les han cedido temporalmente la casa parroquial de Consuegra.

El espacio, pese a ser amplio, “está en mitad del pueblo y no tiene huerta ni nada. Hay mucho ruido, estamos rodeados de vecinos y claro, no es lo adecuado para nosotras”, añade. 

La búsqueda del lugar donde asentar la nueva comunidad es complicada, porque la mayoría de los monasterios vacíos están en el centro de las ciudades y, además, se venden por un precio bastante elevado.

A eso se suma que se trata de una comunidad casi desconocida: “Apenas nos conoce nadie, no tenemos bienhechores, ni ayuda. Algunos sacerdotes nos apoyan”. También algunos grupos, como la asociación Nuestra Señora de la Cristiandad. 

Más allá del proyecto de encontrar un monasterio eremitorio, está la cuestión de su propio mantenimiento. Ambas realizan algunas labores como ornamentos litúrgicos, casullas y purificadores, pero de manera casual, no organizado como un negocio. Por eso, piden donativos a través de su sitio web.

 

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